Empiezo a gatear por el comedor al poco tiempo de cumplir los ocho meses.
Se han acabado para mí los aburridos días en los que tenía que permanecer sentado en el parquecito o en la alfombra del comedor, sin poder hacer otra cosa que intentar levantarme para estar sentado y mantenerme erguido sobre mi culito.
Mis primeros pinitos gateando fueron, como es normal, algo imprecisos y titubeantes y solamente me aventuraba a dar dos o tres pasitos con las dos piernas juntas sin sobrepasar más allá del límite del gran rectángulo que marcaba la alfombra que mis padres pusieron en el comedor. Además, en esta primera etapa, si mi padre o mi madre me animaban, dándome un pequeño empujoncito en el culete, yo me desequilibraba con facilidad y me caía de morros al suelo; y ya se sabe, luego a llorar.
Días después, haciendo acopio de valentía, me arriesgué a salir del cuadrado de la alfombra y enseguida me dirigí, ya alternando una y otra pierna, al ventanal de la terraza y camino del recibidor de mi casa. Ya me sentía mucho más seguro y muy contento, pues ensayando cada día, en poco tiempo podría hacer incursiones cada vez más largas y por ello más interesantes en el proceso de explorar todos los rincones de mi hogar.
A día de hoy, he conseguido tal destreza en el arte del gateo, que ya llego a la cocina, al lavadero, a la habitación de mis papis, e incluso hoy, he llegado a mi habitación donde he podido, por primera vez, coger y manipular las ruedas de mi carrito de paseo. ¡Esto es emocionante y una gran aventura en toda regla!
A mis padres les ha hecho mucha ilusión este primer paso en mi desarrollo individual, -no saben lo que les espera...- ya que estoy también empezando a encaramarme en todos los muebles del piso que puedo, cogiendo todo tipo de objetos y tirándolos al suelo y experimentando con ellos. Ya he oído a mi padre renegar diciendo que me va a tener más tiempo metido en el parquecito porque se cansa de estar detrás mío por todo el piso cada dos por tres... je, je.
Bueno, ya pienso en poder pronto levantarme y empezar otra nueva hazaña: la de andar. Pero eso es otra historia que ocupará otro post del blog de mi papá.
Hasta pronto.