23 octubre 2006

Rincones Extremeños.


Teatro Mérida
     Lo cierto es que no habría pensado en volver a tierra extremeña. Tan sólo en una ocasión, cuando aún era un jovenzuelo, me acerqué a la noble ciudad de Cáceres para visitar a un viejo compañero y amigo de milicia y sinceramente esa peculiar y extrema tierra me causó ya una muy buena impresión. Me acuerdo que el último día de mi estancia allí probé la fabulosa caldereta extremeña y eso tuvo mucho que ver en que siempre guardara en mis archivos memorísticos un sitio para recuerdo de "mangurrinos y belloteros".

     Pero mira por dónde, que mucho más tarde y alcanzada ya la edad madura, mi sino me llevó a converger muy felizmente y de forma vitalicia (o por lo menos eso espero...) con una mujer de orígenes íntegra y profundamente extremeños. Lo de íntegra, porque sus ascendientes, hasta donde alcanza el conocimiento de ellos, son todos de esa noble tierra. Y lo de profundamente, porque son originarios de una tierra que todavía conserva su tradición y su personalidad, ajena todavía a la globalización y a la uniformización de nuestros días que tienen su mayor exponente en nuestras grandes ciudades.

     Ya he vuelto a visitar esa tierra en algunas ocasiones; pero este verano fue especial. Sentí emociones que yacían polvorientas en los recovecos más oscuros de mi personalidad. Me volví a sentir español en el sentido más tradicional y castizo del término. Me olvidé del individualismo que invade nuestras vidas agitadas de ciudades como Barcelona y Madrid por no citar otras tantas más. Me quedé asombrado de la longevidad de algunos de sus habitantes que emanaban juventud en el brillo de sus pupilas y sobre todo una inmensa felicidad en la sencillez de sus vidas todavía tradicionales.

     Pude comprobar como todavía existe en España gente religiosa y fervorosa que acude periódicamente a misa. Vi que también hoy existen familias de apellidos nobles y de rancio abolengo que mantienen sus palacios y sus extensas propiedades rústicas. Vi que todavía hay gente que vive del campo y del ganado y que lo hace sin complejos y con toda la naturalidad del mundo.


Monasterio Guadalupe     Visité Mérida, la actual capital política de la Comunidad Autónoma de Extremadura y volví a recordar nuestros orígenes romanos que tanto han dejado en nuestra cultura y personalidad. Visitamos Guadalupe, principal centro mariano de Extremadura y enclavado en un privilegiado rincón de la provincia de Cáceres donde me sentí árabe y andalusí al deleitarme con la refinada arquitectura de trazos árabes de la fachada del Monasterio de Guadalupe. Y también en esta localidad me sentí íbero al asombrarme con las peculiares construcciones caseras de cientos de años en las que resaltan las ciclópeas columnas y vigas de madera que sobresalen de las fachadas de sus viviendas todas ellas adornadas con preciosos jardines de flores.

Rejoneador portugués     Por todo ello me sentí otra vez profundamente español y descubrí la emoción de la fiesta nacional por excelencia cuando asistí, con motivo de las fiestas de la localidad de Siruela, a varias jornadas de capeas y corridas de toros. Las banderas de nuestras tierras al aire, nuestra música a ritmo de pasodoble y la gente, toda ella, inmersa e involucrada en su fiesta y su tradición.
     Sí, es Extremadura una tierra profundamente española que ha dado a su historia pasajes de gloria y grandes aventuras encarnadas en personajes y conquistadores en tierra americana como Hernán Cortés y Pizarro por citar sucintamente nada más que a dos.

Plaza España de Siruela     Me gusta Siruela, me gusta Extremadura. Allí la gente te saluda y te habla sin conocerte; enseguida pareces como del pueblo. Me apasiona la sopa de tomate y la caldereta extremeña con esos trocitos de carne estofada que se deshacen cual blanda ambrosía en mi ansiosa boca. La lechuga sabe diferente, las verduras también y los tomates tienen otro aroma como también lo tiene el aceite y otros tantos productos de la tierra extremeña...



Ayuntamiento Siruela     Si queréis disfrutar de lo que todavía queda de la España profunda, venid a esta tierra. Visitad Siruela enclavado en la Siberia extremeña. Disfrutad de los grandes embalses del Cíjara, de García de Sola, de la Serena, del Zújar. Otead a lo lejos las omnipresentes dehesas extremeñas salpicadas de puercos y corderos, que buen jamón ibérico nos dan los unos y sabrosas calderetas nos proporcionan los otros. Venid en definitiva a Extremadura, tierra de cultura, historia, gastronomía y tradiciones si queréis sentiros tan bien como yo me sentí en el verano del dos mil seis cuando tuve mi estancia en la villa de Siruela y además visité algunos rincones extremeños.